Las plantas utilizan la luz como fuente de energía para transformar el CO2 en compuestos orgánicos indispensables para la vida. Provenientes del sol a la tierra llega la radiación y la luz visible corresponde a longitudes de onda que van de 400 a 700 nanómetros (radiación fotosintéticamente activa). Ahora bien, el ambiente luminoso al que se encuentren expuestas las plantas afecta a su crecimiento y desarrollo y por consiguiente determina su morfología foliar y su fisiología, sobreviviendo únicamente las plantas cuya fotosíntesis esté adaptada a dichas condiciones de luz.
Dentro de las adaptaciones a la luz cabe diferenciar a dos (2) tipos: plantas de luz (heliófilas) y plantas de sombra (esciófilas). Las plantas de sol suelen tener menor área foliar y mayor: grosor, numero de células, grosor de la epidermis y cutícula, densidad de estomas, cloroplastos por unidad de superficie y mayores capacidades de fotosíntesis, fotorespiración y respiración. Por el contrario, las plantas de sombra exhiben una menor producción de materia seca, mayor eficacia de la síntesis de proteínas y bajas tasas respiratorias.
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